19/7/11

El mundo que estamos creando


Entre mis lecturas de verano, reservé un ratín para leer el libro de un compañero de la Coral Casablanca. El tenor Miguel Iglesias Pazos, en su libro ¡Qué Calvario de Vida! reproduce diversas situaciones del Vigo (al fin, de la España) de los primeros años 60. Entre otros temas, toca el de los malos tratos que sufrían tres niños y su madre, Avelina, por parte del cabeza de familia, un alcohólico al que sus hijos confesaban desear la muerte para poder “vivir tranquilos”.
Efectivamente, un día el hombre apareció muerto y  la presunta asesina, su esposa, tampoco se esforzó mucho en esconder las pruebas del delito (se ve que entonces no emitían C.S.I.).
 Esto es lo que cuenta Miguel Iglesias en su libro, al final del capítulo:
“Todas las sospechas recaían en Avelina. La policía disponía de pruebas suficientes para detenerla, habían encontrado mata ratas en su casa. El comisario le había realizado un “intensivo interrogatorio” (…).
- Pero, ¿qué hacer con sus tres hijos? – Menudo problema nos van a crear ahora esos tres chavales, ¿dónde los metemos?-. Se preguntaban los polis. Mejor dejar las cosas como están y dar el caso por cerrado, nadie va a echar de menos al difunto.”
Así, los niños se fueron a pasar una temporada a la aldea, junto con su madre y después volvieron y pudieron vivir una vida relativamente normal.
Pensemos ahora qué habría ocurrido ante la misma situación en el siglo XXI:
Avelina habría escondido el matarratas que echaba en la comida de su marido, pero la autopsia habría revelado que la comida preparada por la esposa contenía veneno, luego habría resultado culpable de asesinato. Ante esto, habría pasado unos buenos años entre rejas; los servicios sociales se habrían hecho cargo de los niños, que habrían deambulado entre unos centros y otros hasta la mayoría de edad, cuando quién sabe qué habría sido de ellos.
Todo esto si los malos tratos no hubieran sido denunciados previamente por una vecina, en cuyo caso se habrían llevado a la mujer y sus tres hijos a un centro “súpersecreto” que el marido habría descubierto y, en un descuido, se habría cargado a Avelina. Al final, los niños acaban huérfanos sí o sí. Pero sin duda el final menos malo de los tres es el que parece más salvaje, el de aquellos rústicos años 60 en los que los servicios sociales no intervenían en estos casos y al final se hacía “la vista gorda” para no complicar las cosas que no requerían complicaciones.
Considero que los servicios sociales son necesarios y llevan a cabo una labor impagable en esta sociedad salvaje en la que ya nadie se preocupa por sus vecinos, por vivir en comunidad, por saludar al de al lado y por seguir la filosofía del “hoy por ti, mañana por mí”…
Lo que me asusta es que resulten TAN necesarios. Lo normal sería que siguiéramos preocupándonos por el vecino y que, si vemos a una persona tirada inconsciente en una estación de tren, avisemos al guardia de seguridad y que no se quede esa persona abandonada durante horas, como ocurrió hace un par de años en alguna ciudad española. ¿De verdad somos humanos cuando ignoramos de semejante manera a nuestros iguales?
Y, para completarnos a las supuestas personas, ya tenemos a la administración: realmente se ven aberraciones impuestas, no por los servicios sociales, que suelen verse maniatados con frecuencia, sino por unas leyes que poco se acercan a la realidad cotidiana. Se han vivido situaciones tan rocambolescas como el caso de esa menor que se pasó casi un año de su vida en un centro de menores, cuando ambas familias, por parte de padre y por parte de madre, se ofrecían gustosas a acogerla en sus hogares. ¿Por qué no podía estar con su familia? Porque presuntamente había sido víctima de abusos por parte de su padre. Y en una situación tan delicada, introdujeron a la pobre víctima en un ambiente absolutamente extraño y desagradable, de manera que la propia niña declaró estar viviendo un infierno indescriptible.
¿Qué mundo estamos creando?
MEDITEMOS…

1 comentario:

  1. Estoy totalmente de acuerdo, ¿dónde han quedado los buenos días y las palabras educadas? Este verano en el pueblo de Saint-Rémy (Francia) he vuelto a la niñez cuando al ir por la calle las personas del lugar te daban los "buenos días" o las "buenas tardes" claro que, se distinguían perfectamente las personas que eran extranjeras... No cuesta nada ser amables y educados y ver un poco los unos por lo otros.
    =D

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